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El español en Filipinas: una lengua que se desvanece pero no muere
La historia comienza con una travesía épica que pocos recordarían. En 1564, cuando Miguel López de Legazpi zarpó desde el puerto de Barra de Navidad en México con cinco barcos y 300 hombres, España llevaba décadas intentando establecer una ruta estable hacia Asia. Lo que encontraron fue un archipiélago fracturado en más de 7.000 islas donde se hablaban 180 lenguas distintas. A diferencia de lo ocurrido en América, la conquista fue notoriamente pacífica: Legazpi, un administrador vasco de 60 años que había vendido todas sus posesiones para financiar el viaje, prefirió pactar antes que combatir. Cuando fundó Manila en 1571, lo hizo mediante acuerdos con los rajás locales de Luzón, no mediante conquista militar. Sorprendentemente, la Corona española facilitó este proceso: en 1593, Felipe II ordenó imprimir el primer libro en Asia, el "Doctrina Christiana" en tagalo y español. Aquella decisión, pensada para evangelizar mejor, facilitó la labor misionera, pero condenó al castellano a ser siempre lengua de minorías.
Durante 333 años, Filipinas fue la joya más lejana del imperio español. Gobernada desde México a través del Galeón de Manila -esa ruta comercial que unía Acapulco con Asia durante 250 años- las islas desarrollaron una identidad única. Pero mientras en América el español echó raíces profundas, en Filipinas nunca llegó a ser la lengua mayoritaria. Los misioneros, buscando convertir al cristianismo a la población local, optaron por predicar en tagalo, ilocano y cebuano antes que imponer el castellano que se reservaba para los escribas y la cultura libresca. El resultado fue un archipiélago donde el español se convirtió en lengua de administración y élites, pero no del pueblo.
La guerra que cambió todo
En 1896, inspirados por la revolución cubana, los independentistas filipinos se alzaron en armas. La ejecución del doctor José Rizal, intelectual y héroe nacional, por parte de las autoridades españolas en diciembre de ese año, avivó el fuego de la rebelión. Aunque el acuerdo de Biak-na-Bato en 1897 prometía reformas y el exilio de los líderes insurgentes como Emilio Aguinaldo, la paz fue efímera.
La entrada de Estados Unidos en 1898 marcó el principio del fin. Mientras la flota española era aniquilada en la bahía de Manila el 1 de mayo, Aguinaldo -engañado por promesas de apoyo estadounidense- declaró la independencia el 12 de junio. Pero el Tratado de París en diciembre de ese año entregó Filipinas a Estados Unidos por 20 millones de dólares, ignorando por completo las aspiraciones independentistas filipinas.
Lo que siguió fue una de las guerras más olvidadas de la historia. Mientras el mundo celebraba el nuevo siglo y el imperio español de ultramar caía resquebrajado, miles de soldados españoles -muchos de ellos filipinos leales a España- quedaron abandonados a su suerte. En la iglesia de Baler, 50 soldados resistieron un asedio de 337 días, ignorando que la guerra había terminado. Cuando finalmente se rindieron en junio de 1899, ya eran leyenda: "los últimos de Filipinas".
Pero su historia palidece ante el destino de los 10.000-12.000 prisioneros españoles que quedaron atrás. Olvidados por Sagasta y quien le sucedió, Francisco Silvela en Madrid, muchos pasaron años en cautiverio mientras sus familias en España los daban por muertos. Estados Unidos, por su parte, desató una brutal guerra contra los independentistas filipinos que duraría hasta 1902 y costaría cientos de miles de vidas.
El ocaso de una lengua
Para 1860, cuando España comenzó a promover seriamente el español (demasiado tarde), solo el 2.8% de los filipinos lo hablaba según el censo colonial. La paradoja es que esta élite hispanohablante produjo la generación más brillante de intelectuales del país: José Rizal (que escribió "Noli Me Tangere" en español), Marcelo del Pilar y Graciano López Jaena. Sus obras, esenciales para el nacionalismo filipino, estaban escritas en la lengua del colonizador. Como observa el escritor Miguel Syjuco: "Amamos a Rizal pero no podemos leerlo en su idioma original, como si fuéramos italianos que necesitaran traducción para entender a Dante".
El 12 de junio de 1898, cuando Emilio Aguinaldo declaró la primera y fallida independencia de Filipinas desde el balcón de su casa en Cavite, lo hizo en un español perfecto, casi académico. Aquel discurso, que duró exactamente 22 minutos según las crónicas de la época, contenía 147 palabras tomadas directamente del castellano, incluyendo términos jurídicos como "soberanía", "patrimonio nacional" y "dignidad".
Paradójicamente, fue durante la ocupación estadounidense cuando el español floreció como nunca. Periódicos como "El Renacimiento" y obras de autores como Jesús Balmori mantuvieron viva la llama cultural. En los círculos literarios, nombres como Jesús Balmori, Antonio Abad o Manuel Bernabé elevaban el español filipino a nuevas cotas. Balmori, un mestizo de padre mexicano y madre filipina, ganó tres veces el Premio Zóbel (considerado el Cervantes local) con poemas donde mezclaba el modernismo con imágenes tropicales. Su obra cumbre, "Mi casa de nipa", escrita durante la Segunda Guerra Mundial mientras se escondía de los japoneses, es un extraordinario testimonio en verso de aquella Manila cosmopolita que pronto desaparecería.
Pero quizás el uso más ingenioso del español fue en los tribunales. Abogados como Claro M. Recto (quien luego se haría senador) usaban deliberadamente términos jurídicos en castellano para confundir a los jueces estadounidenses. "Era una resistencia pasiva pero efectiva", explica el jurista Carlos Madrid. "Mientras en las escuelas se imponía el inglés, en los juzgados se mantenía vivo el español como arma legal". Esta dualidad lingüística creó una generación de filipinos que, como el propio Recto, redactaban en inglés pero pensaban en español.
La Segunda Guerra Mundial truncó este florecimiento. Cuando en 1945 las tropas japonesas convirtieron Manila en un infierno durante la batalla por su liberación, no solo mataron a 100.000 civiles: exterminaron a la clase culta hispanohablante que se concentraba en Intramuros y Ermita. Para 1946, con la independencia real, el español ya no era lengua de resistencia, sino un cadáver lingüístico. Sin embargo, como demostrarían las décadas siguientes, algunos cadáveres se niegan a ser enterrados del todo.
Hoy, apenas 4000 filipinos hablan español con fluidez. Pero su legado persiste en el 30% de palabras españolas del tagalo, en platos como el adobo y la longaniza, y especialmente en el chabacano de Zamboanga, donde 700,000 personas hablan un criollo que conserva arcaísmos del siglo XVII.
La historia del español en Filipinas es un eco que se resiste a desaparecer. Como los últimos soldados en Baler, como los versos de Rizal que pocos pueden leer en su idioma original, es testamento de una época en que Filipinas fue, contra viento y marea, parte del mundo hispano. Un mundo que, aunque borrado por la fuerza de los cañones y el paso del tiempo, sigue vivo en los pliegues más íntimos de la cultura filipina.
José Rizal
Los últimos resistentes
En la iglesia de Baler, a 230 kilómetros de Manila, en plena selva, cincuenta soldados españoles -entre ellos dos filipinos leales a España- se atrincheraron sin saber que su imperio ya había caído. Durante 337 días, del 1 de julio de 1898 al 2 de junio de 1899, resistieron ataques, hambre y enfermedades. La película "Los últimos de Filipinas" de 1945 -y su remake de 2016-, mostró el momento dramático cuando el teniente Martín Cerezo, interpretado por un joven Fernando Rey, reconoció en un periódico amarillento la noticia del matrimonio de un amigo: "Esto no puede estar falsificado", murmuró antes de ordenar la rendición.
La realidad fue más cruda que el celuloide. De los cincuenta, solo treinta y tres sobrevivieron. Los filipinos, que habían combatido contra ellos, los vitorearon al salir. Hoy, una calle en el distrito de Sampaloc lleva el nombre del teniente Cerezo, y cada 30 de junio, la embajada española celebra una misa en Baler. Pero esta historia épica oculta una verdad incómoda: mientras estos hombres resistían, entre 10.000 y 12.000 prisioneros españoles y filipinos hispanohablantes languidecían en campos de concentración improvisados, olvidados por una metrópoli humillada.
Resulta irónico que el teniente Saturnino Martín Cerezo, un militar español que defendió hasta el último momento un imperio ya fenecido, tenga hoy más calles con su nombre en Filipinas que muchos próceres locales. En el distrito de Sampaloc, en Manila, una avenida principal lleva su nombre desde 1952. En Baler, donde resistió durante 337 días, no solo hay una calle, sino también una placa conmemorativa financiada por el gobierno municipal. El historiador filipino Ambeth Ocampo explica esta peculiar devoción: "Los filipinos admiran la lealtad, aunque sea hacia el bando equivocado. Cerezo representaba el valor absurdo pero conmovedor de mantenerse fiel a unos principios cuando todo el mundo ha dejado de creer en ellos". Curiosamente, mientras muchos monumentos a héroes independentistas como Bonifacio o Mabini acumulan polvo, el pequeño museo de Baler dedicado a los últimos de Filipinas recibe cada año a miles de estudiantes.
Renacimiento efímero
Lo más paradójico ocurrió después de la derrota. Entre 1900 y 1940, el español vivió su edad de oro en Filipinas. Surgieron periódicos como "El Renacimiento", que en 1908 publicó el famoso editorial Aves de rapiña, denunciando la corrupción estadounidense y que llevó a sus editores a la cárcel. El poeta Jesús Balmori ganaba concursos literarios en México con sonetos escritos en Manila. En los cafés de Intramuros de Manila, los intelectuales debatían en español sobre Marx y José Rizal mientras fuera, los "Thomasites" -maestros estadounidenses- imponían por la fuerza el inglés en las escuelas públicas.
El escritor filipino Nick Joaquín describió este periodo como "el vals de los fantasmas": una élite que bailaba en español mientras el país cambiaba de lengua bajo sus pies. En 1936, el 14% de los filipinos hablaba español. En 1948, tras la masacre de Manila y la independencia real, apenas quedaba el 2%.
Tras la Segunda Guerra Mundial y la independencia en 1946, el país se volcó al inglés como símbolo de modernidad. El español quedó relegado a un rincón casi invisible. En los años 70, Gómez Rivera dirigía el Departamento de Español de la Universidad Adamson, pero con la Constitución de 1987, que eliminó su enseñanza obligatoria, miles de profesores perdieron su trabajo. A pesar de todo, él nunca dejó de enseñar, escribir y pelear por un idioma que, aunque minorizado, sigue siendo parte de la memoria viva de Filipinas.
En 2011, el gobierno filipino aprobó una ley para reintroducir el español en las escuelas. El proyecto fracasó por falta de profesores. Hoy, el Instituto Cervantes de Manila ofrece cursos a 1,200 estudiantes anuales, muchos de ellos abogados que necesitan leer leyes del siglo XIX.
En 2019, durante las excavaciones para un rascacielos en Makati, los obreros encontraron una caja de zinc con periódicos de 1898. Uno, "La Independencia", contenía un editorial anónimo que decía: "Cuando nos quiten el idioma, seguirá vivo en los nombres de las calles, en los gritos de los vendedores, en las oraciones que susurren las abuelas".
Hoy, mientras Filipinas debate si enseñar español en las escuelas (solo el 3% de las universidades lo ofrecen), ese pronóstico se cumple de manera extraña. En el cementerio de Paco, donde está enterrado Rizal, los guías cuentan que algunos visitantes ancianos aún rezan el "Padre Nuestro" en español sin saber bien lo que dicen. Como los últimos ecos de un naufragio lingüístico que nunca terminó de consumarse.
Rastros en el asfalto
Camine hoy por el mercado de Quiapo y escuchará los ecos: "¡Precio fijo, señora!", grita un vendedor de ropa usando la misma fórmula que sus bisabuelos en el siglo XIX. En los puestos de "merienda", las "empanadas" se fríen junto a "chorizos" mientras los clientes piden "tres pesos" de esto o "cinco pesos" de aquello. El español sobrevive en los intersticios del tagalo, como un inquilino que se niega a dejar la casa.
En Zamboanga, el chabacano -esa mezcla de español arcaico y gramática filipina- sigue siendo lengua materna para 700,000 personas. Frases como "No hay quien puede con él" (Nadie puede con él) o "Ya olvidá yo" (Lo olvidé) suenan a español del Siglo de Oro, pero con ritmo asiático. La lingüista María Luisa Young explica: "Es como si el tiempo se hubiera detenido. Conservamos palabras que en España desaparecieron, como 'ansina' por 'así' o 'onde' por 'dónde'". Algo muy parecido a lo que sucedió con el ladino o judeoespañol que se habla en Turquía y parte de los Balcanes.
Adiós, pero no del todo
En 2018, durante los preparativos para el 120 aniversario de la independencia, el historiador Ambeth Ocampo encontró en el archivo nacional una carta olvidada. Escrita en 1899 por una maestra de Bulacán, decía: "Los americanos nos obligan a enseñar en inglés, pero las niñas siguen rezando en español. Dicen que Dios no entiende otra lengua".
Quizás ahí resida el misterio: tres siglos de historia no desaparecen por decreto. Sobreviven en el "Dios te salve María" que murmuran las vendedoras de sampaguita, en las recetas de adobo que pasan de generación en generación, en los apellidos -Rodríguez, Santos, Reyes, López o González- que llenan las guías telefónicas y las listas de tripulantes de buques por todo el mundo. Como dijo el cineasta filipino Pepe Diokno mientras rodaba un documental sobre el chabacano: "No somos lo que hablamos, pero lo que hablamos lleva dentro lo que fuimos".
Mientras, en el aeropuerto de Zamboanga, el cartel "Bienvenidos" sigue dando la bienvenida a los visitantes. No en español, sino en chabacano. Un guiño perfecto para una historia que nunca terminó del todo.
Vientos de cambio
Sin embargo, el panorama ha empezado a cambiar. En los últimos 15 años, el Instituto Cervantes de Manila ha estado entre los más concurridos del mundo, con cifras que superan los 3.000 alumnos en algunos cursos. La pandemia incluso ayudó a ampliar el acceso a clases a través de la modalidad online.
El interés actual no responde tanto a un rescate de las raíces hispánicas, sino a motivos prácticos: dominar el español puede significar un mejor salario. Con el auge de los call centers orientados al mundo hispano y las oportunidades laborales en el exterior, la lengua de Cervantes vuelve a tener valor.
A eso se suma el fenómeno de la cultura pop latina, las canciones de Shakira, los éxitos de los reguetoneros como Daddy Yankee, las telenovelas mexicanas o las escritoras bestsellers españolas Dolores Redondo o María Oruña. Todo ello ha despertado una nueva conexión con lo hispano. Como dijo el escritor filipino Francisco Sionil José: “los filipinos somos asiáticos que soñamos en español sin saberlo”.
LAS HUELLAS VIVAS DEL ESPAÑOL EN FILIPINAS
El Chabacano: El milagro lingüístico de Zamboanga
En los bulliciosos mercados de Zamboanga, el tiempo parece haberse detenido en el siglo XVII. Aquí, 700,000 personas hablan chabacano, un criollo que es como un fósil lingüístico viviente. Lo extraordinario es cómo se combinan las palabras:
Una estructura gramatical totalmente filipina (sujeto-objeto-verbo: "Yo el pan comí")
Arcaísmos españoles perdidos en la península: "ansina" (así), "onde" (dónde), "mío" (mi)
Préstamos mexicanos del Galeón de Manila: "chongo" (mono, del náhuatl "chango"), "tiangue" (mercado, de "tianguis")
Frases como "Ele ya andá na escuela" (Él fue a la escuela) o "Mi corazón ta sufri" (Mi corazón sufre, muy parecido también al criollo de Cabo Verde) revelan cómo el español se adaptó a la musicalidad filipina. El profesor Edmundo Farolán de la Universidad de Zamboanga explica: "Es como si el español del Siglo de Oro hubiera sido congelado en el tiempo y luego mezclado con especias asiáticas".
El tagalo: Un español camuflado
El filipino promedio usa 3,000 palabras de origen español sin saberlo, según el Instituto de Lenguas Filipinas. Algunas joyas lingüísticas:
Kumustá (¿Cómo está?): La contracción filipina del "¿Cómo está usted?" colonial. Se usa incluso en saludos formales.
Pwede (Puede ser): De "puede", pero con una transformación única. "Pwede ba?" (¿Se puede?) es la frase más útil para cualquier visitante.
Biru (Broma): Viene del español "vivo", pero adquirió un giro irónico. Cuando un filipino dice "Biru lang!" (¡Solo es broma!), está usando un sarcasmo muy hispano.
Otros ejemplos sorprendentes:
Lugar (lugar)."Lugar" en tagalo significa específicamente "asiento"
Kwarta (dinero) . De "cuarta", una antigua moneda
Sugal (juego de azar).De "jugar", pero con connotaciones negativas
La gastronomía: Donde las palabras saben a historia
Los platos filipinos con nombres españoles esconden fusiones inesperadas:
Lechón: Más crujiente que su primo cubano porque se frota con tamarindo y se sirve con salsa de hígado dulce. En Cebú, lo llaman "el mejor cerdo del mundo".
Mechado: Este estofado debe su nombre a la mecha de grasa en su centro, pero lleva salsa de soja, laurel filipino y patatas pequeñas nativas.
Pochero: La versión local del cocido madrileño incluye plátanos macho, garbanzos y una bola de carne con huevo duro dentro llamada "bola-bola".
Por EZEQUIEL PAZ
Para saber más:
Archivo General de Indias (Sevilla) - Fondos Filipinas:
https://www.cultura.gob.es/cultura/areas/archivos/mc/archivos/agi/portada.html
Defensores de la Lengua Española en Filipinas:
https://defensordelespanolenfilipinas.jimdofree.com/#gsc.tab=0
Instituto Cervantes Manila:
https://manila.cervantes.es/es/default.shtm
Olga Bustamante: La Diva de la danza española en Cuba y mundo en general
La conocí hace muchos años, y dije: Es hora de dar a conocer la vida y obra de esta gran bailarina, profesora, coreógrafa y directora de danza; la inigualable Olga Bustamante, nacida en Cuba el 5 de abril de 1950, quien decidió marchar de la isla a España donde actualmente reside.
Olguita Bustamante consagró su vida a investigar y divulgar la danza hispana en la mayor de las Antillas. Comienza a conocerla con solo cinco años de edad en la Agrupación Artística Gallega de La Habana, decana de las asociaciones artísticas y culturales españolas fundadas en esta isla caribeña.
Su primer profesor fue el conocido Sr. Eduardo Muñoz, ´El Sevillanito´ y otra la inigualable profesora y coreógrafa como lo fue sin duda, Olimpita Ruiz.
Olguita Bustamante mostró su arte en programas infantiles en el Teatro Martí de la capital de todos los cubanos sin excepción y la televisión isleña. Estudió piano y guitarra flamenca para completar su formación profesional.
Nuestra Diva de la danza ibérica en Cuba debuta como profesora y coreógrafa en 1965 en otra emblemática asociación Sociedad Cultural Rosalía de Castro de La Habana. Un año después funda el grupo de baile de otra asociación galaica de Cuba nombrada Sociedad Estudiantil Concepción Arenal, donde forma una importante generación de bailarines y bailarinas.
Trabaja como solista en teatros y programas de la televisión cubana como “Estampas de España”. Su magistral desarrollo ccomienza con el guitarrista Tino Fernández.
Recibe clases de profesores de ballet de la talla de Joaquín Banegas, Laura Alonso, Karemia Moreno y muchos otros.
En 1980 forma parte del Teatro Lírico Nacional de Cuba, poco tiempo después en el Ballet Nacional de Cuba dirigido por la prima balerina abssoluta Sra. Alicia Alonso como asesora en danza española.
El maestro Alberto Alonso en 1986 invita a Olguita participar en el homenaje a la primera bailarina Sonia Calero en el otrora Muy Ilustre Centro Gallego de La Habana devenido después de su incautación (1961) por el actual gobierno cubano en Gran Teatro de la Habana ‘Alicia Alonso’.
La Sra. Alonso en 1987 funda el Conjunto de Danza Española del Gran Teatro de La Habana, pionero en Cuba y América con nivel profesional; nombrando a Olguita directora, coreógrafa y primera bailarina.
Destaco que este grupo danzario en su inicio fue nutrido de la inagotable cantera de las escuelas de baile de las Sociedades no gubernamentales Españolas de La Habana y graduados de la Escuela Nacional de Ballet de Cuba.
Olguita cruza el Atlántico y llega a España en 1987 con el objetivo de ampliar sus conocimientos con Trini Borrull y Eloy Pericet; recibiendo orientaciones de las profesoras Mariemma, Pilar López y Elvira Lucena. Colaboró con sus clases magistrales y coreografías en las compañías de José Antonio, Victoria Eugenia, Goyo Montero, Carmen Elvira y otros destacados bailarines. También participa como invitada al I Congreso Mundial de Casas Regionales Españolas celebrado en Salamanca en 1988.
En el primer festival ´La Huella de España 1989´ ideado por el entonces Cónsul General de España en Cuba, Sr. Santos Aguado y la directora del Ballet de Cuba, Sra. Alicia. Olguita participa como colaboradora principal junto a la balerina abssoluta Alicia Alonso. En este propio año 1989 se funda el Comité Cubano de la Danza, adscrito al Consejo Internacional de la Danza de la UNESCO, presidido por la prima balerina absoluta Alicia Alonso e integrada por personalidades de la danza como Alberto Méndez, Eduardo Rivero, Gladys González, Fernando Jhones, Norma García, Francisco Salgado, Orlando Salgado, Lázaro Carreño, Dulce María Vale, Manuel Vázquez, Juan García, Pedro Simón, Miguel Cabrera, Alberto Alonso, Ramiro Guerra , Vicentina de la Torre y la propia Olguita Bustamante.
Relevantes artistas colaboraron con la compañía de Olguita Bustamante: el actor Francisco Valladares, los directores de Zarzuela Eduardo Sagi y Ángel Fernández Montesino, el músico Pancho Amat, el grupo de danza y música afrocubanas Raíces Profundas, directores de Orquesta como Norma Milanés y Elena Herrera, Guitarra Concertista Miguel Bonachea, Pianistas: Enrique Beltrán, Huberal Herrera, Nelson Camacho, Grupo Flamenco Sierra Morena, guitarras: José Luis Moreno y Alejandro Bustamante, el actor Raul Celi, el acuarelista de la poesía antillana, Luis Carbonel y destacados directores de programas televisivos como José Ramón Artigas, Yin Pedraza Ginori, Eduardo Cáceres Manso, Luis Figueredo Doncel, Manolo Rifat y Joaquín M Condal elogiaron su capacidad danzaría.
El Conjunto de Danza Española fue aplaudido en eventos tan prestigiosos como Festival Internacional de Ballet de la Habana, Festival Internacional Arte Lírico, Festival Iberoamericano de la Zarzuela, Festival La Huella de España como expresé anteriormente. Además impartió cursos prácticos internacionales de la Escuela Cubana de Ballet, actuando en escenarios de América Latina y Europa, entre ellos, Colombia, Costa Rica, Nicaragua, España y otros.
Aunque retirada de los escenarios sigue ejerciendo como docente en Ballet y Danza Española.
Esta gran amiga y profesional de la danza ibérica merece ser recordada y aclamada por los medios de comunicación cubanos y españoles por su meritoria trayectoria en el rescate del folklore hispano como fundadora del hoy Ballet Español de Cuba.
Una de sus últimas presentaciones fue en febrero pasado en el concierto de la cantautora cubana Liuba María Hevia en Madrid acompañándola con exquisita profesional e innato carisma gestual la ejecución de las castañuelas que hizo vibrar y emocionar a los presentes.
A ti nuestra Olguita te saludamos y auguramos mucha salud para que tanto en España, Estados Unidos u otra parte del mundo sigas defendiendo la danza hispana sin olvidar tu cubania.
Olguita. Gracias por existir y haber sido ejemplo de sacrificio, perseverancia y amor por el arte y la danza española y cubana.
Al marchar definitivamente a la Madre Patria uno de sus alumnos, Eddy Veitía asume el reto de ser coreógrafo y director de ese honorable Ballet Español de Cuba.
Espero que algún día seas reconocida por actuales y futuras generaciones de cubanas y cubanos como fundadora en tu Patria, Cuba, del Ballet Español de Cuba.
Crónica del IV Pleno del VIII Mandato del Consejo General de la Ciudadanía Española en el Exterior
Tras dos días de reunión de la comisión permanente, el pleno comenzó oficialmente el 2 de abril con un acto de inauguración en las Galerías de las Colecciones Reales. Elma Sáiz, Ministra de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones, estuvo presente enfatizando en su discurso la importancia de mejorar la vida de los españoles residentes en el extranjero. Ángel Víctor Torres, Ministro de Política Territorial y Memoria Democrática, tampoco quiso perderse el evento junto a las decenas de consejeros y miembros de la prensa.
A media mañana el pleno se trasladó al Instituto Cervantes donde comenzaba su importante labor. Decenas de propuestas se sometían a debate y votación durante dos días, con la gran mayoría aprobadas, y buena parte de ellas con amplio respaldo. Destacan algunas presentadas por las diferentes comisiones, como la de Comisión técnica de Asuntos Jurídicos, que planteó, entre otros asuntos, la ampliación del número de acreditaciones por país y la creación de nuevas sedes de las Magistraturas de Enlace en el Exterior.
La Ministra Elma Sáiz durante el acto inaugural
La Comisión Delegada de Mujer y Juventud presentaba propuestas relacionadas, por ejemplo, con la convalidación de diagnóstico de discapacidad que hayan sido expedidas en el exterior o las ayudas económicas para víctimas de violencia sexual. Las propuestas de la Comisión de Educación, Cultura y Deporte giraron en buena medida en la relevancia de mantener vivas las Aulas de Lengua y Cultura Española (ALCE), pero también destacó la exención de la competencia lingüística de español para españoles residentes en el extranjero que aspiren a ingresar a las universidades en España.
La ampliación de beneficiarios de los viajes del IMSERSO o los convenios bilaterales de Seguridad Social con países de Iberoamérica con los que antes no había, fueron los temas protagonistas de la Comisión de Asuntos Sociolaborales. La Comisión de Derechos Civiles presentó algunas propuestas para mejorar la cobertura de los servicios consulares, pero también se pusieron sobre la mesa algunos asuntos de carácter tributario.
El IV Pleno del VIII Mandato del CGCEE
Cabe destacar también que por la tarde del segundo día también se le reservó un turno a los grupos parlamentarios, que envían a sus representantes y que detallan las iniciativas parlamentarias que afectan a la emigración y atienden las inquietudes de los consejeros.
Tras dos intensas jornadas, el IV Pleno finalizaba con más de 60 propuestas aprobadas y la perspectiva de una considerable mejora en la vida y derechos de los españoles residentes en el exterior.
Simone Saibene, un talento gallego de origen italiano
¿Cuánto tiempo llevas viviendo en España y en qué lugar?
Crecí en Cirimido, un pequeño pueblo de la provincia de Como, en Lombardia. Desde diciembre de 2009 vivo en Ourense.
Un buen día, decidiste hacer de Galicia tu hogar. ¿Cómo surgió esa atracción por lo gallego?
Conocí Galicia durante un viaje casual que me regaló un primo lejano. Fue en el 1999, al acabar el servicio civil (prestación social sustitutoria). Me llamó un jueves, a las siete de la tarde, y me comentó: “Tengo un viaje pagado a Galicia y Portugal. Finalmente no puedo ir. Voy a perder el dinero de todas formas. Eres la única persona que conozco que está en el paro. ¿Te interesa? El vuelo sale dentro de 10 horas.” Así hice la maleta y llegué por primera vez a Santiago de Compostela desde Portugal. Fue un viaje que me cambió profundamente, en el cual tomé decisiones importantes que condicionaron mi vida. Y cuando ya estaba en la universidad y trabajaba a la vez como camionero y pintor de casas y a veces ganaba algún premio literario con alguno de mis cuentos, con algo de dinero ahorrado, regresé a Galicia en distintas ocasiones. Viajaba en trenes regionales desde Milán y tardaba casi una semana en llegar a La Coruña…
¿Qué encontraste en Galicia, y concretamente en Ourense, que no hallaste en Italia? Algo tuvieron que ver las meigas seguro.
Antes de todo encontré una paz que no encontraba en Italia. Y luego me encontré un ambiente más abierto, estimulante, una sociedad menos individualista y capitalista. Quizás aquí encontré simplemente mi destino y me dejé llevar por él… Después de tantos años, sigo viviendo esto como algo de mágico. Galicia fue mi tierra de elección.
Un instante del rodaje
De hecho se te considera ya como un director de cine gallego de origen italiano…
Es una definición que me hace mucha ilusión. En el norte de Italia nunca llegué a sentirme verdaderamente a gusto.
¿Sientes más morriña o malinconia?
Siento morriña las veces que estoy en Italia más de una semana. Me gusta ir a Italia de vacaciones, pero por un tiempo limitado.
¿Comida gallega o italiana? Me imagino que ambas se pueden fusionar a la perfección…
Me gusta mucho cocinar. Y aquí en Galicia la materia prima es muy variada y de una calidad excepcional. Además, está a un precio asequible. Me encanta tanto la comida gallega como la italiana. Y sí, hay platos donde me gusta fusionar las dos tradiciones gastronómicas. A veces me invento platos como la Amatrixana, una especie de Matriciana inventada por mí, donde en vez del guanciale pongo jamón de A Cañiza.
¿Has conseguido de alguna manera contagiar a tu familia de ese amor por la terra galega?
No mucho, aunque sí mis padres, las pocas veces que han venido a verme, se lo han pasado bien. Pero la cultura del norte Italia es muy distinta a la de aquí. Y ellos vivieron toda la vida en el mismo sitio y están muy vinculados con la de allí.
Incluso elegiste el cine gallego para hacer tu tesis de fin de carrera. ¿Por qué? ¿Qué tiene el cine gallego para seducirte tanto?
Fue una consecuencia natural al descubrir Galicia y su cultura. Mi propuesta de hacer una tesis sobre el cine gallego en el año 2002 fue aceptada con entusiasmo por parte de mi profesor Ezio Alberione que era muy pasoliniano. Todo el mundo hacía tesis sobre directores consagrados o cinematografías muy conocidas. Los mismos profesionales gallegos consideraban mi idea bastante descabellada. Pero yo decidí seguir por mi camino porque me parecía que había historias interesantes que contar y tenía la clara intuición de que el cine gallego iba a crecer mucho en los años siguientes. El tiempo me dio la razón. Recién licenciado, mi profesor, que era también vice director de una revista de crítica cinematográfica muy conocida en Italia, Duel, me llamó desde el Festival de Venecia. “Quiero que escribas una crítica para mi revista sobre la película que acaba de ganar, Mar Adentro y lo hagas desde el punto de vista de un gallego. Si nos gusta, la publicamos”. Mi crítica gustó tanto que acabé trabajando como enviado de Duel a Festivales de toda Italia durante más de dos años…
La comunicación es tu pasión: Telemiño, La Región, Onda Cero con un lenguaje común, el cine.
Al acabar la universidad, en Italia colaboraba con Duel y otras revistas, incluso hacía críticas de cine en el programa radiofónico Chassis, de Barbara Sorrentini, luego me contrataron en la Fundazione San Fedele de Milán, principalmente como programador. Además, organizaba ciclos de cine en distintos ayuntamientos… Cuando me mudé aquí fue inevitable seguir en esta línea. En el 2013, fundé mi propia productora y distribuidora, Noveolas Producciones. Empecé a colaborar con Onda Cero ese mismo año, mientras el primer programa de ‘Cinephilia’ se emitió en septiembre del 2019. Estamos en la sexta temporada, con casi 300 programas, ganamos dos Mestre Mateo y muchas nominaciones, además de un premio CREA.
¿Cómo consigues compaginar tantas actividades diversas y cosechar éxito en todas ellas?
No lo sé… ¡Creo que soy incapaz de quedarme quieto sin nada que hacer!
¿Qué tal se te da la lengua gallega?
Creo que bien. El gallego es el idioma que utilizo más, tanto en los medios como en mi día a día. Y tengo que reconocer que lo aprendí de forma natural, sin estudiar mucho. Oficialmente tengo un CELGA 2.
También colaboras con la Ourense Film Comisión; Galicia cada vez es más tierra de cine.
Actualmente la Film Comisión de mi provincia está bastante parada porque hubo un cambio político. Pero nunca se hicieron tantos rodajes en Ourense como en los últimos cinco años.
¿Crees que películas como As Bestas o series de Netflix como El desorden que dejas han supuesto una diferencia en cuanto a los rodajes en Galicia?
En general, los rodajes en Galicia aumentaron exponencialmente en los últimos 10 años, así como los apoyos de la Agadic al cine. De estos dos ejemplos, As Bestas fue la única película que no se grabó en Galicia, aunque haga referencia a un hecho de crónica de aquí y tenga actores gallegos en su reparto.
Eres periodista, critico audiovisual, guionista, profesor, productor y director de cine, un hombre polifacético y de talentos múltiples, por lo que se ve.
En el ámbito de la comunicación, me gusta trabajar en medios diferentes, y utilizar un lenguaje que pueda ser comprendido por el espectador medio y el cinéfilo más exigente. Como productora me gusta realizar los trabajos que me gustan. Al ser independiente puedo permitirme esa libertad y sacar un largometraje cada cuatro-cinco años.
¿Qué películas has hecho y cuál es el proyecto que te ocupa ahora. ¿Tienes algún proyecto a corto medio plazo que nos puedes contar, además de que tu productora Noveolas siga creciendo?
He estrenado tres largometrajes, una película de ficción titulada 9 olas (2013), y dos documentales: Pelerinaxes (2016), y Escribir lo imposible (2021). Este último sigue el proceso creativo del escritor Juan Tallón, se estrenó en la Seminci de Valladolid, tuvo un discreto recorrido en festivales y está pendiente de estreno en una plataforma digital. Además de mi programa de televisión, Cinephilia, he hecho distintos cortometrajes de ficción, documentales y de género experimental. Actualmente estoy trabajando en otro documental titulado Cine Paraíso, Leiro, sobre el dueño del Novo Cine de Leiro, Ernesto Romero. Es un amante del cine, un soñador y un resistente que sigue regentando su pequeño cine en la provincia de Ourense desde hace más de 40 años. El proyecto recibió una ayuda al desarrollo de Agadic y tiene el apoyo de la Diputación de Ourense. También estoy preparando el segundo ciclo ‘A lingua galega no cinema’, que organizo con la Universidad de Vigo. Y me gustaría, quizás un día, publicar un libro de poesías en gallego. En el poco tiempo libre que tengo estoy intentando recopilar lo mejor que he escrito en los últimos 10 años.
¿Cómo se imagina su futuro Simone Saibene, en Galicia o volviendo a Italia, o tienes otros planes diferentes?
No tengo pensado volver a Italia, sinceramente tampoco muerto: ¡Me gustaría seguir viviendo aquí en Galicia y seguir haciendo lo que me más me gusta!
Y para terminar, hablemos del presente y del futuro del cine gallego y la industria en la comunidad…
El cine gallego está viviendo un momento histórico. Hay mucha producción y muy variada. La industria gallega está viviendo un momento de excelencia en todas sus variantes desde la ficción al cine experimental, pasando por el documental. Poder ser participe de todo esto y ver como medra año tras otro, para mí, es maravilloso.
Texto y fotos Sonia Martín
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