Eduardo Serrano Iglesias ‘El Güito’: Una Vida Entregada al Arte Flamenco Cultura y Sociedad

El mundo del flamenco despide, en pleno siglo XXI a una de las leyendas más importantes del baile flamenco del siglo XX. Eduardo Serrano Iglesias, conocido artísticamente como ‘El Güito’, fallecido el pasado 8 de enero a los 83 años en un hospital de Collado Villalba debido a una breve pero fulminante enfermedad, deja un legado insuperable tras siete décadas de trayectoria que transformaron el baile flamenco.

Nacido en 1942 en el madrileño barrio de El Rastro, Eduardo Serrano creció en un ambiente humilde, marcado por las dificultades económicas y la riqueza cultural de su entorno. Hijo de “Luisa la Lotera”, quien vendía boletos para mantener a su familia, Eduardo dio sus primeros pasos de baile en las corralas del barrio. Su apodo, ‘El Güito’, le fue dado por su hermana debido a su piel oscura, como derivación del apelativo cariñoso “negüito”. De niño, ya era conocido por improvisar bulerías o tientos en fiestas familiares, arrancando aplausos y sonrisas con su ingenio natural.

El primer encuentro de Eduardo con el flamenco profesional se dio en la taberna La Concha, donde vio bailar al legendario Antonio “El Farruco”, patriarca primigenio de la saga de los Farrucos. Esta experiencia supuso un punto de inflexión en su vida, que lo llevó a ingresar en la academia de Antonio Marín con tan solo 11 años. Fue Marín quien reconoció en “El Güito” un talento excepcional. Quiso la suerte que Marín, tras un infausto accidente en pleno ensayo en el que cayó sobre una tabla con un clavo, se infectara la pierna y terminaran amputándosela. Rápidamente apodado “el cojo del baile flamenco”, Marín, truncada su carrera como solista, vio en Eduardo un promisorio alumno y lo convirtió en su ayudante. El jovencísimo Eduardo ya destacaba por su elegancia, sobriedad y una colocación impecable, y pronto Marín propulsó a su pupilo, diferenciándolo como una promesa del flamenco.

Con solo 14 años, ‘El Güito’ se unió a la compañía de Pilar López, la gran mentora del baile flamenco masculino. Su debut internacional tuvo lugar en el Palace Theater de Londres, donde compartió escenario con figuras como Antonio Gades y Mario Maya, lo que conformaría el trío de ases del baile flamenco español. En 1959, a los 17 años, fue reconocido como el mejor bailaor del mundo por el jurado del Teatro de las Naciones en París, consolidando su posición en el panorama flamenco. En esta etapa, Eduardo no solo impresionaba por su técnica, sino por su capacidad de conectar emocionalmente con el público, cautivando tanto a expertos como a espectadores ocasionales.

A lo largo de su carrera, ‘El Güito’ trabajó con compañías legendarias como las de Manuela Vargas y Juanito Valderrama, además de formar el icónico Trío Madrid junto a Mario Maya y Carmen Mora en 1971. Este grupo revolucionó el concepto de espectáculos flamencos, combinando tradición y modernidad. Sus coreografías por soleá y farruca, estilos que definieron su arte, eran un prodigio de majestad y contención. Su baile, apolíneo combinaba elegancia, sobriedad y una estética clásica que ha influido en generaciones posteriores. Artistas contemporáneos como Joaquín Cortés y Sara Baras han mencionado a ‘El Güito’ como una de sus principales inspiraciones.

Eduardo Serrano no solo brilló como intérprete, sino también como creador y embajador del flamenco. Sus giras lo llevaron a los principales escenarios del mundo, desde el Teatro Real de Madrid hasta el Metropolitan Opera House de Nueva York.

En cada actuación, “El Güito”no solo representaba su arte, sino la historia y el alma del flamenco. Fue un puente entre la tradición más pura y la innovación necesaria para que el flamenco siguiera vivo y relevante en un mundo en constante cambio que ya tendía desplegar nuevos horizontes de contemporaneidad.

La relevancia de Serrano trasciende su papel como bailaor. Fue un referente cultural que preservó la esencia del flamenco tradicional mientras lo llevaba a escenarios internacionales. Además de su trabajo escénico, participó en producciones cinematográficas como El Amor Brujo y colaboró con músicos de renombre como Paco de Lucía y Camarón de la Isla – a este último acompañó al baile en Nimes dos días antes de la muerte del ídolo- quienes valoraban su profunda comprensión del compás. Sus interpretaciones en obras clásicas como La Vida Breve de Manuel de Falla consolidaron su prestigio como un artista integral. Entre los numerosos galardones que recibió se destacan la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes (2014) y el Compás del Cante de la Fundación Cruzcampo (2015).

Güito en una imagen cedida por la Escuela Amor de Dios
 

En sus últimos años, Eduardo Serrano se dedicó a la docencia en la mítica Academia de Flamenco de la calle Amor de Dios, compartiendo su sabiduría con nuevas generaciones. Allí, no solo enseñaba pasos y técnicas, sino que transmitía una filosofía de vida basada en el respeto por la tradición y la búsqueda constante de la excelencia artística. Como solía decir, “Se baila de cintura para arriba, con la cabeza”, una frase que definía no solo su enfoque del baile, sino también su manera de enfrentar los retos de la vida. Muchos de sus alumnos, ahora artistas consagrados, recuerdan con cariño sus enseñanzas y su generosidad.

Las anécdotas de su vida personal pintan un retrato más cercano de Eduardo Serrano. Era conocido por su sentido del humor y su humildad. A pesar de su éxito, nunca perdió la conexión con sus raíces. Amigos y colegas del gremio recuerdan cómo solía visitar las corralas donde creció para inspirar a los jóvenes del barrio, mostrando que el flamenco es un arte que pertenece a todos. También era amante de la poesía y encontraba inspiración en escritores como Federico García Lorca, cuyos versos integraba simbólicamente en sus interpretaciones.

Jose Luis Navarro García, flamencólogo andaluz, le describiría con certeras palabras en   su “Historia del Baile Flamenco” de 2010: “Su baile es la quintaesencia de la danza apolínea. Cada movimiento es una actitud escultórica. Es un baile sobrio, pausado, elegante y varonil. Un baile al que nada le falta y nada le sobra”.

Con la muerte de ‘El Güito’, el flamenco pierde a uno de sus pilares más sólidos. Pero más allá de la pérdida, queda un legado inagotable: su arte perdura en cada compás, cada movimiento pausado y cada postura portentosa que dejó como testimonio de su genio. Su influencia se percibe en las tablas, en los conservatorios y en cada rincón donde el flamenco se vive con pasión.

Eduardo Serrano Iglesias ya baila en la gloria, pero su arte seguirá iluminando los escenarios del mundo. Güito: el taconeo de tu baile ha entrado en la noche eterna y el silencio mismo se ha detenido a escuchar.

Por Ezequiel Paz                                                 

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NIPO: 121-21-001-7

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